Cómo vencer los 5 miedos más frecuentes para no planificar objetivos

17 consejos para generar más prospectos
octubre 2, 2014
¡Genera más resultados con tu negocio!
abril 3, 2017

Navegando por al red encontramos un texto de Miguel Ángel Guilló que puede resultarte muy útil al momento de hacer crecer los estándares en tu empresa. Sigue leyendo para saber cómo jugar apuestas más altas:

Planificar objetivos, el diseño de un plan de acción,… es algo que surge frecuentemente en mis conversaciones con personas de mi entorno. En muchos casos, observo la existencia de ciertos miedos o dudas en torno al proceso de planificación sobre los que me gustaría analizar y reflexionar en este artículo.

1 – No planifico por el miedo a no alcanzar lo que pretendo.

Es frecuente que surja la pregunta : ¿Qué pasa si no lo consigo? ¿Seré infeliz?

La vinculación que realizamos entre la no consecución de la meta, y la infelicidad que ello pueda generar es uno de los principales argumentos para no planificar.

En mi opinión, la meta debe ser considerada como un punto de destino. Sería el faro que nos alumbra para guiarnos en el camino de nuestra realización. El trayecto entre el punto de partida y el de destino nunca es una línea recta, y precisamente por esto, conocer bien el destino nos permite ir corrigiendo el “rumbo” para que todas nuestras acciones se vayan encaminando siempre hacia el objetivo final.

El miedo a no planificar objetivos “por si no lo alcanzo” puede estar relacionado con la idea de que la felicidad sólo se alcanza en la consecución del objetivo, y quizá este enfoque sea el principal problema. ¿Quiere esto decir que si no alcanzo lo que me propongo seré infeliz?

Cuando sabemos hacia adónde nos dirigimos, todas las acciones que realizamos van a estar enfocadas en la dirección de nuestra meta, y así, cada pequeño paso debe ser considerado y celebrado como un verdadero triunfo. En cierto modo, estamos un paso más cerca del objetivo.

La solución pasa por cambiar el paradigma desde la felicidad en la meta, por el de la felicidad en el camino.

Creo que en este punto nos vendría bien reflexionar sobre la frase de Miguel Ángel Buonarroti :

“El problema no es apuntar alto y fallar, sino apuntar bajo y acertar”

2 – La planificación introduce rigidez en mi vida. ¿Hace falta planificarlo todo?

Evidentemente no. La cuestión de planificarlo todo, o no planificar nada es algo que cada uno de nosotros debemos responder. Este es un proceso flexible donde somos nosotros los que decidimos lo que queremos planificar y lo que no. Somos libres para decidir qué areas son importantes como para ser planificadas, y qué otras áreas se pueden enfocar sin planificación. En mi opinión, todo aquello que sea importante y para lo que no aceptemos cualquier resultado podría requerir planificación.

No planificar es en cierto modo planificar que estamos dispuestos a que el azar alcance un cierto protagonismo en el resultado. Siempre que aceptemos esta idea y nos sintamos cómodos con ella, la solución sería no planificar. Si de algún modo necesitamos reducir la variabilidad del resultado, la planificación empezaría a cobrar sentido y peso.

3 – ¿Qué pasa cuando planifico algo que depende de otras personas? ¿Seguirán estando mis resultados condicionados a la voluntad de otras personas?

Evidentemente, hay cuestiones que dependen de terceros. Sin embargo, también es verdad que son bastantes menos de las que creemos. El primer ejercicio pasa entonces por aclarar bien esta idea, y conocer bien qué es lo que verdaderamente depende de terceros, y lo que no. Descubriremos que el resultado que pretendemos alcanzar depende de nosotros más de lo que inicialmente creíamos.

La planificación debe ser un ejercicio personal. Se trata de diseñar nuestro plan de acción en torno a lo que podemos o queremos desarrollar para alcanzar un determinado resultado. Debemos enfocarnos en nuestra acción, y únicamente en eso. Podemos influir en el entorno, pero en ningún caso podemos vincular lo que pretendemos al desempeño de otras personas, pues en ese caso estaremos dejando el resultado abierto a la voluntad de terceros. La planificación pretende determinar lo que nosotros vamos a hacer para conseguir algo, y en definitiva, es cuestión de enfocarnos en lo que sí está bajo nuestro control. No debemos preocuparnos por todo aquello que escapa de nuestro control, pues nuestra acción no cambiaría el resultado. Ahora bien, que haya cosas que no podamos controlar no tiene relación aparente con la posibilidad de alcanzar un determinado resultado. ¿De verdad crees que esa meta que pretendes alcanzar depende en tanta medida de los demás?

En el ejercicio de la planificación podemos detectar qué cosas dependen de nosotros, y cuáles no. Precisamente, este descubrimiento será una potente herramienta que nos ayudará a enfocarnos únicamente en aquello que sí está bajo nuestro control. Toda nuestra energía estará concentrada y dedicada a ejercer acción en lo que podemos controlar.

4 – No planifico por el miedo a enfrentarme a un papel en blanco.

Cuando nos enfrentamos al papel en blanco y empezamos a pensar qué es lo que queremos, en muchas ocasiones nos encontramos con la dificultad del qué escribir. En estos casos, una posible solución podría ser utilizar una guía que nos ayude a avanzar en el ejercicio.

Empecemos pensando en las áreas de nuestras vidas que nos gustaría mejorar. Podrían ser la salud, las finanzas, las relaciones personales relacionadas con cada rol que desempeñamos (amigo, padre, hijo, trabajador,…), familia, trabajo, espiritualidad, contribución,…

Ahora, una vez hemos descompuesto la gran idea en bloques más pequeños, quizá sea más fácil pensar qué nos gustaría alcanzar en cada una de esas áreas. ¿Cómo seríamos felices en cada una de esas áreas? ¿Qué nos gustaría conseguir? ¿Qué tendríamos que ser, tener y hacer en cada uno de esas áreas?

Este procedimiento y preguntas nos pueden ayudar a resolver ese miedo al papel en blanco.

5 – El miedo a planificar algo imposible

Aquí, las creencias desempeñan un papel fundamental. Difícilmente podremos alcanzar algo que consideremos de partida como “imposible”. ¿Es realmente imposible, o es simplemente algo de lo que nos hemos autoconvencido para permanecer inmóviles? En este caso, considero que no deberíamos planificar nunca nada que de partida asumamos como imposible. Sugeriría revisar el “dogma” de lo imposible para aclarar de partida si efectivamente es así o no. Si la pregunta de ¿por qué es imposible? genera razones de peso, quizá debamos enfocarnos en otro objetivo. Ahora bien, si las respuestas no son consistentes, descubriremos que el objetivo es perfectamente factible, y a partir de esa nueva creencia sí podremos empezar nuestro camino de planificación. Por lo tanto, y como resumen, diría que lo primero es eliminar la creencia de lo imposible, y a partir de ahí iniciar el ejercicio de planificación.

© 2014 Miguel Ángel Guilló – @miguel_guillo – http://maximopotencial.com