Cuando tenía ocho años, Paola Longoria se topó por primera vez con el deporte que la llevaría a ser campeona mundial. Solía ir a cursos de verano que le permitían practicar varios deportes; hizo twaekwondo, gimnasia, y algunos otros, entre ellos, raquetbol.
«Cuando me metí a la cancha por primera vez, dije, ¡wow , qué divertido; correr detrás de la pelota!», cuenta la deportista, quien a sus 22 años de edad es la jugadora más joven en obtener el número uno en el ranking mundial de la división profesional.
Al principio no sabía bien a bien cómo se jugaba pero le encantaba pegarle a la pelota con la raqueta. Le pidió a sus padres que la metieran a clases; ya los profesores les habían dicho que tenía mucho talento. Lo empezó a jugar de manera más seria.A los diez años, cuando ya había jugado un mundial, formuló la frase que le cambiaría la vida: «Voy a ganar todos los mundiales de aquí en adelante». A partir de ahí, no se detuvo.
Tener talento no es suficiente. Encontrar la vocación sólo es el primer paso.
Cuando Paola Longoria tenía 15 años, entrenaba varias horas al día y notaba que su nivel subía cada día más.Pero también estaba consciente de que tendría que estar ausente en reuniones familiares y que no podría reunirse con sus amigas tal y como lo haría una chica de su edad.
Sin embargo, encontró la clave: «organizarme y tener la responsabilidad de hacer las cosas cuando es el momento», dice, además de mucha disciplina.
«Talento y voluntad te llevan a donde quieras», dice Efraín Lara, el entrenador de Paola.
Sobre la fórmula del éxito, Luis Fernando Cabrera, director de la Escuela de Negocios de la zona metropolitana del Instituto Tecnológico de Monterrey, asegura que perseverancia y constancia son indispensables: «trabajar, trabajar y trabajar».